miércoles, 23 de abril de 2014

Mi hijo no me come.


Este artículo lo escribí mientras me encontraba trabajando en el Equipo de Atención Temprana de Alcobendas - San Sebastian de los Reyes pensando en niños de 1 a 3 años (cursos 2º y 3º del primer ciclo de Educación Infantil). Está basado en algunos de los materiales que había realizado con anterioridad este mismo equipo.

El caso es que, por lo general, cuando nos empezamos a fijar
en la alimentación del niño es porque el problema ya ha comenzado.
 Son muchos los padres que nos consultan porque "mi niño no me come", o porque son muy selectivos con la comida o simplemente porque tardan mucho y/o juegan con la comida sin llevársela a la boca. 

Este es un problema muy normal y bastante fácil de solucionar con paciencia, tesón, cariño y sobretodo rectitud. Lo fundamental es que todas las personas que intervengan en la alimentación del niño tienen que estar de acuerdo en utilizar el mismo método y realizarlo de la misma manera. A continuación desarrollo una serie de normas que guiarán nuestra actuación a la hora de comer.

Normas generales:

- Siempre seremos positivos, intentaremos tener paciencia. Si demostramos frustración, nervios o tensión cuando no come o se porta mal comiendo, sucederán dos cosas:

  • El/ella habrá conseguido llamar nuestra atención (de forma negativa)
  • Le trasmitiremos nuestros nervios y una vez que él/ella esté nervioso/a, todo será mucho más difícil.
- La comida nunca será un premio o un castigo. Ej: Si te portas bien te damos Aspitos.

- No debe comer entre horas, para que a la hora de las comidas (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena) tenga hambre. Un niño puede aguantar 3 o 4 horas sin comer.

- Es mejor comer de forma rutinaria, todos juntos (así el/ella se sentirá mayor e imitará a papá y a mamá), sin tele, cuentos, juguetes… (comer es una actividad por si misma, tiene que aprender a hacerla sin distracciones). Después de comer se le puede dejar un rato de tele, cuentos o jugar, pero sólo cuando ha terminado de comer.

- Durante la comida hablaremos tranquilamente de los temas del día a día, sin expresar ningún estrés, entre los adultos. Durante la conversación también nos dirigiremos al niño, diciéndole frases que le animen o le hagan respondernos: E.g.: "¿Te gustaaa? ¿Cómo está mi niño?"

- Hay que mantenerse firmes ante las normas que se pongan en la comida, con paciencia, cariño y sin alterarse, independientemente de cómo responda el/la niño/a. Si aprende que nosotros no cedemos pero que le seguimos queriendo, dejará de llamar la atención y retarnos.

Es necesario tener una fuerte coordinación con la Escuela Infantil y con la tutora. Pero nunca le preguntaremos "¿Cómo ha comido?" delante del niño cuando vayamos a recogerlo.
 


Se deben educar las sensaciones de hambre, saciedad y hartazgo. Por desgracia las generaciones que vivieron la postguerra española tenían una relación de ansiedad con la comida fruto de una época de carencias generalizadas. Por eso nuestras madres y abuelas se empeñaban en llenarnos el plato hasta rebosar y no permitirnos parar hasta terminarnos todo y no dejar ni las migas. Eso ha hecho que las siguientes generaciones conozcamos la sensación de hambre y la de hartazgo, pero no la de saciedad que nos permite parar de comer en el punto justo.

Para ello serviremos en cantidades pequeñas, sobretodo de los alimentos que le gusten poco, es mejor repetir que dejar medio plato sin comer. De esa manera es más fácil que vea que la comida termina cuando el/ella ha acabado de comer.

Es importante que por medio de la agenda la tutora, nos diga cómo, qué y cuanto ha comido. Si un día el niño ha comido poco. Cuando tenga más hambre aprovecharemos para darle pequeñas cantidades de los alimentos nuevos, sobretodo si tienen sabores o texturas nuevas. Lo ideal es ofrecerle para merendar y/o cenar alimentos que sabemos que suele rechazar. Esto no es un ejercicio de sadismo, sino una forma de que el niño empiece a conocer y valorar la sensación de hambre. En ningún momento, si ha comido mal compensaremos  su alimentación por la tarde por medio de comidas que le gusten.

Prácticamente la totalidad de los niños europeos están bien alimentados, por lo que no pasa nada si nuestro hijo tiene que lidiar con la sensación de hambre durante unas horas o días. Mucho peor sería que relacionase ésta con el ejercicio del poder sobre nosotros... lo cual nos podría llevar a un trastorno de la alimentación que posiblemente se agravaría en la adolescencia.

¿Qué hacemos cuando no le gusta una comida concreta? 

Si siempre rechaza un alimento, dejaremos de dárselo durante una o dos semanas. Después, le pondremos alimentos que le gustan mucho con pequeñas cantidades del que no le gusta y le felicitaremos si prueba el que no le gusta. Ej. “¡¡Qué bien!! Qué ricos los […] también.

Poco a poco aumentaremos la cantidad del alimento que no le gusta.

¿Y Si se niega a comer? Le retiraremos el plato sin decirle nada. Si lo ha hecho para retarnos o llamar nuestra atención se dará cuenta que no funciona y tarde o temprano dejará de hacerlo.

¿Y Si escupe la comida? Le retiraremos la atención, nos alejaremos e ignoraremos lo que hace. Le devolveremos la atención cuando haga lo que nosotros queremos.

Ej. Si coge la cuchara “Qué bien, como una chica mayor”, Si se mete la comida en boca “Qué ricooooo, ¡¡bieeeen!!”